Escrito por: Deathbater 14 noviembre, 2013

Dota 2 Crónicas: Anti-Mage

Las lejanas tierras de Turstarkuri eran conocidas por las inestables alianzas que entrelazaban sus reinos y las frecuentes batallas por territorios entre ellos. Sin embargo, el reino que lo rodeaba era hermoso, con sus ciudades gigantescas.



Criado en una aldea al sur, Magina había emprendido un viaje en la búsqueda del conocimiento y la paz consigo mismo.

Había oído hablar de un templo aislado, en el cuál sus monjes entrenaban durante años el perfeccionamiento del espíritu y la repulsión de las artes oscuras.
Alejados de toda confrontación, pacíficos e intocables. Eran respetados en el reino entero y reconocidos por su gran bondad y sabiduría.
Para llegar había que escalar la montaña mas alta del reino, y el joven tardó tres días completos en alcanzar la entrada del gigantesco templo.
Se encontraba tan alto que la nieve del lugar era permanente en todas las estaciones del año.






Al llegar fue atendido por el monje más anciano en la entrada.
-"Te estaba esperando, aunque supongo que tendré que acostumbrarme a ese sentimiento. Pasa, no quiero que te enfermes."

Las palabras del anciano confundieron al joven, que obedeció de igual manera.

Le dieron una bendición al llegar, y le dijeron que su preparación para monje comenzaría cuando se hubiese acostumbrado al templo. Magina asintió con entusiasmo y fue a la habitación más alejada del monasterio que le habían preparado para descansar.
Esa noche no había luna, y el aire era diferente. Algo se movía entre las sombras.
Algo maligno.


La horda del Dios Muerto había despertado, y no tardó mucho en arrasar con el reino entero.
Era imposible luchar contra los no-muertos. Cada soldado que moría bajo el filo de sus negras espadas se levantaba para convertirse en uno de ellos.




La Legión de los no-muertos tenía la misión de arrasar con todas las religiones y cultos e imponer a su Dios como único mandatario, arrasando con todo lo que se encontrara en el camino.
Esa noche los monjes se reunieron en la sala principal del monasterio, y con dedicación rezaron los antiguos pasajes de sus ancestrales manuscritos como todas las noches, ignorando lo que ocurría en mas abajo.
Magina al no reconocer la antigua lengua en la que rezaban se limitó a cuidar personalmente al mas anciano de los monjes, y servir té a los demás.
Pronto estableció amistad con el anciano Uriel, quien lo trataba como uno de su propia familia y veía un brillante futuro en el joven.




Magina se sentía su protector de alguna manera, aunque solo lo ayudaba a ir de un lugar a otro del monasterio y le traía las cosas que el anciano le pedía.
Una tarde encontró a Uriel mirando un pergamino antiguo y sintió curiosidad, por lo que le preguntó por que odiaba a la magia.


-"Escucha Magina, la magia es un arte demoníaca. Cada vez que la usas una parte de tu espíritu se pierde en el velo del inframundo, por que eso mantiene el equilibrio. Todo en este mundo mantiene un equilibrio, y el poder que se te otorga al usar magia tiene un precio.
Al final, serás consumido por los demonios que realizan ese intercambio."


El joven sentía que se le erizaba la piel mientras escuchaba esas palabras. Sentía dolor y arrepentimiento en la voz del anciano, como si hubiese perdido a alguien muy especial por culpa de la magia.


Una semana había pasado.
La  muerte y la desolación inundaban las tierras cientos de metros mas abajo del monasterio, donde solía haber ciudades y caminos. Ahora, solo la muerte cubría el reino, y todos los monjes lo ignoraban por completo.
No pasó mucho hasta que las criaturas encontraron el camino que conducía a la montaña.

Marcharon hacia el monasterio oleadas de putrefactos seres que sin los límites del cansancio o el hambre de un ser vivo llegaron al monasterio en apenas un día.





Las puertas del monasterio eran de acero robusto, y ofrecieron resistencia hasta ser derribadas.
Cuando el ejército de los no-muertos entró al monasterio, los monjes siguieron meditando sobre sus asientos. Entrenando durante años, pensaron que solo eran visiones de demonios enviadas para distraerlos de su meditación.
La masacre fue brutal, uno a uno fueron aniquilando a los monjes que seguían sin ofrecer resistencia alguna.


Solo Uriel sintió el olor a maldad que inundaba el aire, y en la medida que sus desgastados huesos se lo permitieron, se llevó a Magina lejos, y lo encerró en una habitación escondida que pasaba desapercibida como un muro más del templo.

El joven intentó salir de allí para ayudar al pobre viejo, ya que conocía el peligro que corría.
Entre-abrió la puerta lo suficiente para ver como una espada atravesaba el pecho del anciano con un ruido sordo.
Al caer al suelo, Uriel miró a Magina con ojos cansados. Sabía lo que vendría después.
No hay descanso para el alma que es alcanzada por la espada de un no-muerto.


Los ojos del joven vieron como el alma del anciano era encerrada en su cuerpo que volvía a levantarse, obligado a unirse a la magia que había aborrecido toda su vida.

Magina tomó los pergaminos que pudo del Monasterio y huyó por una red de túneles. No paró de correr un solo minuto hasta que su cuerpo dejó de responder.
Solo la voluntad y el odio lo mantenían corriendo. No había mas dudas en su corazón.
Acabaría con la legión entera del Dios Muerto.

No derramó una sola lágrima por la muerte de Uriel.
Entrenó durante años en las artes de la evasión y la resistencia a la magia. Los pergaminos que llevó le enseñaron como hacer que sus golpes quemaran el flujo de energía mágica de sus oponentes, dejándolos indefensos contra su furia. Alimentó su obsesión por la venganza al mismo tiempo que entrenaba su cuerpo de manera brutal.



Magina volvió al Monasterio luego de pasar años perfeccionando sus técnicas. Su sed de sangre solo podría ser comparada con el odio que acumuló durante todo ese tiempo.
Aniquiló sin esfuerzo las oleadas de criaturas que le atacaban durante su ascenso por la montaña, liberando las almas de aquellos sometidos por la magia. 


Le sorprendía lo fácil que le resultaba masacrar a esas criaturas.
Pero solo un pensamiento cruzaba su mente.
"Los masacraré sin compasión, como ellos masacraron a los monjes de este lugar."


Al llegar, se encontró con un lugar abandonado. Muchos muros se habían derrumbado, pero la esencia de muerte permanecía intacta.



Dentro del monasterio en ruinas vagaban los esqueléticos monjes, a quienes puso fin a su tormento.

Y en la habitación mas aislada del monasterio, aún sentado sobre las desgastadas telas que solían ser su asiento, estaba Uriel.
Ya no había luz en sus ojos. Su alma estaba totalmente apagada.
Pero aún así, sus manos seguían intentando poner fin a ese ser en el que se había convertido. Durante años aislado en esa sala había intentado inútilmente dejar de existir y darle descanso a su alma, por pura voluntad.
Todos esos años intentando acabar con su vida y liberar su alma.

Ver esa escena le partió el alma a Magina. Avanzo lentamente por la habitación y se colocó frente a su viejo amigo para susurrarle sus ultimas palabras.
-"Si tan solo hubiese sido más fuerte podría haberte protegido, Uriel. Perdóname por todo."
El joven apretaba fuertemente sus puños de la rabia e impotencia de no poder devolver al anciano a la normalidad. Las lágrimas inundaban por primera vez sus ojos.
El anciano se lo quedó viendo como si alguna parte de su destruida conciencia reconociera al hombre que le hablaba.
-"Ya es muy tarde para traerte de vuelta Uriel, pero puedo poner fin a tu sufrimiento."
La mirada del anciano era triste y desolada mientras miraba como Magina se odiaba a sí mismo por no poder haberlo salvado. Fue entonces cuando se acercó a él para liberarlo de su tormento.
Magina atravesó el corazón de su amigo en un último abrazo.

Depositó el cuerpo en el suelo, y se dirigió a la puerta para irse del lugar que en otra época fue el más sagrado del reino. Antes de atravesar la puerta, reconoció una voz familiar.

-"Te estuve esperando todos estos años, al igual que cuando te conocí en la entrada del templo. Sabía que volverías Magina. No te sientas culpable, todo lo que ha pasado estaba escrito. Te has convertido en un hombre muy fuerte. Tienes una misión que cumplir."

Se dio la vuelta rápidamente, pero solo había una débil luz que entraba por el techo derrumbado.
- "Pondré fin a la magia por completo Uriel, aunque me tarde esta vida y la siguiente. Es una promesa".

Diciendo eso y mirando al cielo, Magina salió del monasterio en ruinas para comenzar con la misión que pronto le daría el nombre de Anti-Mage. En los años futuros sería el autor de la muerte de numerosos hechiceros y criaturas arcanas que se negaron a renunciar a la magia.


No importa que tan grande o poderoso sea el mago, cualquier hechicero tiembla al saber que el cazador de magos lo está acechando.



Espero que les haya gustado, gracias por leer.
Arriba de todo en la sección Crónicas puedes encontrar las de otros héroes.

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